La acequia de Carrazedo es un canal con cerca de 1 km que lleva agua desde un pequeño afluente de la rivera de Alombada para un regadío en una elevación de la rivera, no muy lejos de la localidad de Carrazedo. A poca distancia de una autopista y de un parque industrial, la rivera de Alombada y la acequia de Carrazedo son un sorprendente oasis de vida salvaje. El camino junto a la acequia es surcado de frondosas y invita a un paseo pautado por el sonido del agua, en los días cálidos de verano. La Alombada en un afluente del Vouga que nace en la sierra de Ladário y, en su recorrido de más de 15 km, recorre un desnivel superior a 550 metros, lo que le da la fuerza necesaria para hacer mover molinos y batanes que pueden ser visitados a través del Sendero de los Molinos (PR 9). Justo al lado de la hilera de molinos, una pequeña caída de agua origina una piscina natural de agua cristalina encuadrada por un bosque en galería bien conservado.
Los matorrales húmedos, con tojo y carroncha, forman pequeños setos cerca de acequias y cursos de agua; la libélula caballito del diablo azul y el guardarroyos común son características de esta rivera, mientras que la libélula macromia puede, ocasionalmente, observarse aquí. El bosque en galería, bien constituido, es hábitat de especies como el androsemo, la palominera y los pajarillos. Las mariposas antíopa y tornasolada chica se pueden avistar aquí y, entre robles y castaños, el pico picapinos y la salamandra común son indicadores de la madurez del bosque de caducifolios. En la caída de agua y en los rápidos podemos observar el mirlo acuático, pequeña ave que vive en ríos de montaña.
El aprovechamiento ancestral de la rivera de Alombada se refleja en las numerosas acequias, puentes, molinos y batanes que aquí se pueden observar. Las acequias conducen el agua hasta regadíos y hacen mover los raros molinos que todavía están en funcionamiento. La hilera de tres molinos, justo río abajo desde la caída de agua, demuestra gran ingenio en el aprovechamiento de una única acequia captada un poco más arriba, junto a un batán en ruinas. Más abajo, si cogemos el Sendero de los Molinos, podemos contemplar una bella acequia, varios molinos y un puente, testigos de los tiempos en que el hombre sacaba su sustento del río.