En las minas de Fraga da Venda se ha explotado estaño y wolframio, que aparecen en filones de cuarzo en el macizo de Montemuro. Los yacimientos aquí explotados se integran en un conjunto de depósitos de tungsteno y estaño que se distribuyen desde Galicia a Castilla, cruzando el Norte y el Centro de Portugal. Estas minas han sido explotadas, esencialmente, durante la Segunda Guerra Mundial, principalmente por los residentes de la aldea de Paradela y, de una forma artesanal, por los habitantes locales. Aquí la mena era lavada en la rivera de Lourosa, afluente del río Ardena, que a su vez desagua en el Paiva. La mena era, posteriormente, vendida en Alvarenga o intercambiada por alimentos, como maíz o alubias.
Aquí, en las zonas altas de la sierra de Montemuro surgen, puntualmente, hábitats raros como turberas. Estas tienen una gran importancia en los ecosistemas, una vez que se tornan importantes zonas de retención de agua. En estas pequeñas turberas, a lo largo de la meseta de Montemuro, concurre una diversidad de fauna y flora reseñable. Por aquí podemos observar el bello rocío de sol, planta carnívora que se ha adaptado de forma espectacular a estos hábitats pobres en nutrientes, consiguiendo capturar pequeños insectos y retirar de ahí su alimento. Plantas de zonas húmedas como la carroncha, la árnica o la genciana de turbera también nacen por aquí. En lo que respeta a la fauna, abundan especies como el sapo partero, el guardarroyos común o el centinela de los arroyos que aprovechan estos hábitats para sobrevivir.
En los alrededores de las minas de Fraga da Venda podemos encontrar vestigios de la presencia humana del período del megalítico, de cerca de 2000 a. C. De estas mamoas se destaca la mamoa de Chão de Brinco, donde aún quedan 3 piedras en granito con vestigios de inscripciones y pinturas, una de ellas con forma antropomorfa, rara en el arte Megalítico.
