Naciendo en las cumbres de la sierra de Montemuro, y recorriendo sus inclinadas laderas, la rivera de Eiriz moldea este paisaje serrano, cruzando un complejo mosaico agrícola, y creando diversas caídas de agua en su recorrido hasta la desembocadura en el río Paiva. La cascada de Tojosa es una de ellas, rodeada de frondosos árboles que crean un escenario paradisiaco. Siguiendo el PR1 – Sendero de los Molinos podemos observar los minuciosos muros tradicionales y escaleras de pizarra, testigo de lo mejor de la arquitectura tradicional de la región, así como los molinos de agua donde, durante siglos, la gente de la sierra aprovechaba la fuerza del agua. En este sendero se puede además contemplar el pozo Negro, una sucesión de cascadas esculpiendo los duros granitos de la sierra.
La abundancia de agua por estos parajes, conjugada con la actividad agrícola extensiva que aquí se practica, dan origen a una elevada diversidad de fauna y flora. Aquí podemos observar varias especies de invertebrados, como la enigmática mantis o la mariposa doncella de la madreselva, especie que durante su ciclo de vida utiliza las aromáticas madreselvas que por aquí florecen para depositar sus huevos y para alimentarse, en la fase de oruga. Con relación a los anfibios, se pueden aquí observar varias especies como la rana patilarga, el tritón jaspeado o el sapo corredor, y también reptiles, como el lagarto verdinegro o el lución. En los taludes más húmedos se puede observar la carroncha, especie característica de zonas con mucha humedad. También presentes están los bellos narcisos acampanados, que brotan por aquí y, es zonas más secas y rocosas, podemos contemplar el endémico acicate de olor português, planta con distribución confinada a la región entre el Vouga y el Duero.