En el largo recorrido del río Paiva, desde la sierra de Leomil al lugar de Castelo, donde desemboca en el río Duero, podemos observar, en diversos lugares, falsos meandros formados por el paso del río. El dibujo caprichoso que el valle del Paiva ha tomado ha sido condicionado por la erosión diferencial entre rocas blandas y las más resistentes. En este lugar paradisíaco, formado a lo largo de millones de años por el Paiva, encontramos un hábitat curioso, el adernal, que aquí es designado Adernal de la Retorta. Esta formación vegetal termófila, dominada por el aderno, está acompañada por otras especies arbustivas, como el madroño o el mirto. Estos bosques son una reliquia de la flora subtropical de la época del Terciario, que ha encontrado en el valle del Paiva un refugio para sobrevivir al período de las glaciaciones.
Los frondosos bosques en galería, conjugados con los bosques del entorno y el fantástico río Paiva tornan este sitio rico en biodiversidad. Las especies ripícolas, como los alisos, fresnos y sauces, dominan estos bosques en los cuales se pueden observar los bellos adernales, el helecho real y otras especies más discretas, como la violeta de monte, el jacinto del bosque, o los delicados narcisos, como los narcisos acampanados. El mirlo acuático y el martín pescador son dos de las especies de avifauna que aquí podemos observar con frecuencia, patrullando el Paiva. La nutria, el lagarto verdinegro y los anfibios, sapo común y rana patilarga, son ejemplos de la riqueza de la fauna aquí presente. En el entorno, podemos además encontrar especies de gran valor como es el caso de las raras clavellinas deshilachadas o del exuberante sello de Salomón.