La inscripción del Penedo de Lamas siempre ha estado envuelta en gran misterio, existiendo varias teorías cuanto a su origen. Se calcula que esta inscripción se remonte al siglo II d. C., a un período de romanización de este territorio. La inscripción es bilingüe, escrita en latín y en un dialecto lusitano. Según esta, aquí se ha realizado un sacrificio ordenado por dos romanos, Rufino y Tiro, y ofrecido por dos pueblos, los Viaminicori y los Petravioi, a dos deidades indígenas, Crouga y Ioeva. La oferta a las deidades se hacía, normalmente, con el sacrificio de animales y, en este caso, según la inscripción, habrá sido un cerdo. El hecho de que haya sido ordenado por los romanos en honor a deidades indígenas significa que este sacrificio colectivo se ha realizado, ciertamente, por importantes motivos, y puede estar relacionado con un tratado de paz entre romanos y pueblos lusitanos.
Siguiendo por los caminos rurales de Lamas, encontramos el riachuelo de Corgo que, naciendo en Mões, rasga un impresionante valle de fractura, pasando por Rio de Mel y desembocando en el río Vouga. Aquí encontramos verdes prados, utilizados esencialmente para el pastoreo, que preservan una gran diversidad florística. También junto al riachuelo de Corgo podemos encontrar una gran diversidad de fauna y flora. Los bosques en galería y demás bosques benefician la avifauna local. Por aquí podemos ver y oír varias especies de aves, como el ruiseñor, el petirrojo o el bello camachuelo, que surge puntualmente en la región, habitualmente en bosques de frondosas. Con relación a la herpetofauna, el hábitat ripícola conjugando con bosques de frondosas y prácticas agrícolas tradicionales promueve la diversidad de especies, como la rana patilarga, la salamandra común o el lagarto verdinegro. Con relación a la flora, a lo largo del riachuelo de Corgo existe también una diversidad acentuada de especies, como el aliso, el fresno, el sauce, los narcisos acampanados o el helecho real.